jueves, 12 de julio de 2007

Cenizas quedan (?)

El creador del Magiclick le tiene "bronca" y usa fósforos

En 1963, Hugo Kogan inventó un producto que, a fuerza de diseño y funcionalidad, pasó a instalarse en todos los hogares del país y en buena parte del mundo. “Sín pila, sin piedra y sin cable”, como decía su pegadiza publicidad, el Magiclick se convirtió en un ícono de la creatividad argentina junto con la birome, el colectivo o el dulce de leche, como dice Perogrullo


Sin embargo, hoy, y pese a que su producto todavía se encuentra en miles de cocinas, Kogan, con su pinta de “Profesor Locovich”, reniega de su invención y, provocador, dispara sin miedos: “en mi casa, uso fósforos”.

¿Ahora, cuál es la razón por la que un creador, un inventor, un innovador, habría de negar tres veces a su objeto más famoso?
Esta mañana, mientras promocionaba en el programa “Mañanas informales” el avance del concurso “Innovar”, lanzado por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Nación para premiar a creativos en el área, lo confesó: “en aquella época era muy jóven, no lo registré, y nunca cobré regalías pese a los miles y miles que se vendieron”.

“Casi le tengo bronca. No sabía nada en aquella época. Y perdí la oportunidad de cobrar las regalías. Cuando quise hacerlo, ya era tarde”, se sinceró.

Pero además, dejó relucir, como todo talentoso que se precie de tal, que él no es solo un Magicklic “bonito” y que si bien es ineludible que se lo asocie al encendedor que prometía durar más de 100 años y todavía nadie pudo comprobarlo, su creatividad fue más bien variada. Y desarrolló un centenar de productos variados, como bienes de capital, máquinas textiles industriales y familiares, equipamiento urbano, electrónica de entretenimiento, hardware, grandes y pequeños electrodomésticos o sistemas de equipamiento ferroviario.

Pero nada fue tan exitoso como el Magicklic, porque, según contó, fue “una innovación tecnológica montada sobre un buen diseño”. “El Magiclik conquistó el mercado obviamente por la novedad, un diseño que daba una respuesta estética, lo confortable de su uso y porque resultaba un artículo ideal como regalo”, enumeró.

Por más que ahora se muestre cansado que se le siga preguntando sobre el tema, Kogan hace un tiempo rememoró el chiquitaje de su creación: “corría el año 1963, pleno auge de la electrónica, el chiche de la década. Yo estaba como director del departamento de diseño de la empresa Aurora y su dueño llegó de Japón con un artefacto inédito para nosotros, el piezoeléctrico, una pieza que si uno presionaba en un extremo disparaba una chispa. Jugando con él, apareció la idea de hacerlo como un artefacto manual, de uso popular. Lo diseñé, y se desarrolló”.

También recordó que “previamente se hizo un estudio de mercado para saber qué demanda tendría y de ahí surgió que se venderían aproximadamente 5000 por mes”. Sin embargo, se equivocaron por bastante, y “el éxito fue tal que el primer mes recibieron pedidos por 80.000”.

Y el éxito comenzó a multiplicarse.



Dame fuego
Opinión
Por Nikki Sixx*

¡Pero si! Una vez más se afirman las máximas: "en casa de herrero, cuchillo de palo" y "cocodrilo que duerme, es cartera".

Kogan era un joven, inocente e idiota inventor argentino que, según afirmaba su madre en la revista "Time" de abril del '64, donde fue portada: "es un buen muchacho, pero duerme a dos manos. Hace 6 años atrás inventó el sacacorcho y no se tenía fe, no lo quiso patentar, creía que no tendría éxito... ahora andan todos en pedo con absoluta comodidad, y nosotros tranquilamente podríamos estar viviendo en California, viendo a Bill Halley y tomando ácido lisérgico, pero seguimos acá, en Claypole, sin agua y en una casa que no es nuestra. La tomamos el domingo a la madrugada".

El hombre con la mayor cantidad de chisperos metidos en el orto de todo el planeta, sin embargo -y a mi entender- debería ser alguien elevado a la categoría de Novel y héroe de la humanidad. Con su propia estatua en cada sede de cada agrupación ecologista - vegetariana, en cada plaza del mundo. Gracias a este pelotudo hoy han sobrevivido miles de árboles y bosques, de aquellos que son devastados para que podamos encender un cigarrillo o una hornalla, y para sacarnos restos de entre las putrefactas muelas.

Gente como Albert Einstein fue premiado por haber descubierto algo que es uno de los cánceres del planeta: la bomba atómica. No es justo.

Pero no es esto motivo para culpar o juzgar al gran Alberto, que demostró arrepentimiento y reniego sobre su hallazgo, sino que, como todos los genios y creativos entre si, tuvo este un punto en común con nuestro humilde Hugo, de Claypole: harto de su propia creación, optó por no apuntar a sus molestos vecinos y fans con bombas de átomos y neutrones, sino con la querida, práctica, clásica y siempre al alcance, granada de mano.

* Coreógrafo

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Man.. a Einstein no lo premiaron por DESCUBRIR la bomba atomica, sino le dieron un nobel en 1921 por la ley de la fotoelectricidad.

Anónimo dijo...

Carlos no confies en la realidad...cree en vmeg(?)

Anónimo dijo...

Pido disculpas por mi ignorancia y por hacerme el libro gordo de Petete. Espero no haber ofendido la memoria de Beto. Gracias por el aporte, Carlos. No dejes de pasar.