viernes, 1 de junio de 2012

Yo quería ser El Increíble Hulk

Ay, esta grasa no se quita.

Paulo Enrique dos Santos no quería perderse la maratón Corrida de Paz de su querido Río de Janeiro. Y no solo quería correr simplemente, sino también dar la nota: para ello, el joven bañero brasileño compró pintura verde, se pintó por completo y participó disfrazado del Increíble Hulk.

Los problemas llegaron después de la competición: dos Santos se bañó, se fregó e incluso fue ayudado por su madre pero no había caso, la pintura no salía. Molesto, pasó más de una noche durmiendo sobre plásticos porque todo lo que tocaba se manchaba y, peor aún, preocupado por una posible intoxicación.

Sin embargo, finalmente logró volver a la normalidad, a fuerza de detergente y alcohol. Ya libre del mal trago, el ex Increíble Hulk advirtió que preparará una demanda considerable por los perjuicios sufridos, tanto al fabricante de la pintura como a la tienda que se la vendió.

Fuente: Paraiba.


El precio de apostar a la imagen
Opinión
Por Patrick Kluivert

¡Ah, qué tiempos aquellos! Sí, esos, en los que el mundo se rendía ante las zapatillas de Michael Jordan y su talento sin igual. Por ese entonces, surgían con fuerza en el básquet y en el deporte todo los aritos, los tatuajes, el calzado de color, las cejas depiladas y los pelos teñidos. Sin embargo, Jordan renegaba de todos esos complementos; él simplemente se valía de su genio inolvidable.

Mi querido Daniel Alberto Passarella, en su momento, puso las cosas en su lugar en el Club Atlético River Plate y en la Selección Nacional Argentina, suprimiendo pelos largos y aros y haciendo análisis de consumo de estupefacientes. Por supuesto, la reacción izquierdista no se hizo esperar y el Gran Kaiser fue presa de las más viles acusaciones. Él, simplemente, quería que el jugador se dedique a jugar; que se destaque por su talento y no por su apariencia. ¿O acaso es más importante lo de afuera que lo de adentro?

Paulo Enrique dos Santos pagó caro el precio de querer sobresalir a toda costa; caro, pero justo cabe señalar. Él no necesitaba correr disfrazado del Increíble Hulk, de Michael Buble o de la Niña Loly para quedarse con todas las miradas; con ese lomo, musculoso y voluminoso, no hacía falta nada más para ser el objeto de todos los ojos. Si su sueño eran los aplausos, debió dedicar más tiempo a entrenar y menos a pintarse. Ahora, Paulo Enrique, ya no hay tiempo de lamentos.

1 comentario:

Flake dijo...

Para Mi el problema fue que tuvo que darse varias manos de pintura para que el verde tapara el negro
[modo micky vainilla off]