Y ahora quién podrá defenderlo: vinculan al Chavo con el poderoso Cartel de Cali
Roberto Gómez Bolaños se hizo conocido en su México natal y en todo el mundo por “El chavo del 8”, “El Chapulín colorado” y “Chespirito”, tres de sus personajes que hicieron reir a millones de personas. Sin embargo, en las últimas horas un libro lo incrimina con los narcos colombianos
Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela fueron los jefes del poderoso Cártel de Cali, una de las organizaciones del narcotráfico más importantes a nivel mundial. El libro, "El hijo del ajedrecista", escrito por Fernando Rodríguez -hijo de Gilberto Rodríguez Orejuela-, cuenta detalles de las fiestas que organizaba su padre y a las cuales asistieron, entre otros, Gómez Bolaños y el cantante Juan Gabriel.
El diario “El Tiempo” de Colombia, que citó algunos párrafos de la obra, detalló que en una de las reuniones Juan Gabriel le hizo una dedicatoria especial al padre del autor por insinuación de otro jefe del cártel de Cali, José Santacruz.
"Juan Gabriel quedó junto a mi padre, le colocó una mano en el hombro, tomó aire y remató con todos sus pulmones una emotiva canción, y cuando la sala se cubría de sonoros aplausos, incluídos los de mi padre, Juan Gabriel se agachó y le dio un sentido beso", relata el libro que saldrá a la venta el 24 de septiembre.
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Opinión
Por Tizo
Después de leer esta noticia y confirmar que a Chespirito le cabía el agite, señores, tuve una revelación. Así, cuales piezas de domino danzando al compás de una fila, las fichas empezaron a caer en mi cabeza, sin detenerse.
Todos sabemos que en la vida de los "fiesteros", "drogones", etc., el círculo de la felicidad y diversión infinita nunca cierra; es mas, está muy lejos de un diámetro perfecto, y más cerca de un montón de trazos entrecruzados, que suben y bajan, llenando de archivos basura la papelera de reciclaje de nuestras cabecitas.
Aunque me duela admitirlo, Gómez Bolaños nunca intentó divertirnos, ni traer sonrisas a nuestras meriendas; es más, solo nos usó de chivo expiatorio para vaciar su "papelera", y contarnos una verdad mucho más cruda, más dura, más enferma de lo que lo que todo el mundo creyó. Así pudo describir en carne y hueso, a personajes de la noche, del teatro maquiavélico que también nos describió el indio Solari (pero sin apuntar a los más pequeños).
Nos encontramos con una vecindad, siempre oscura, donde no hay luz, siempre parece estar nublado, o que fuera de tarde noche, donde no pega el sol. Todas las sonrisas esconden un dejo de ironía, ya que normalmente los niños lloran, pelean, sufren el hambre, o fomentan la envidia sobre algún juguete ajeno.
Encontramos a los amigos de compromiso, los que a veces nos utilizan para hacer ciertas "movidas" pero que realmente no les importamos demasiado (léase "Ñoño" o "Kiko"). También están los que son buenos tipos, pero siempre los sedujo la fisura y terminaron convertidos en grandulones que se abusan de los mas débiles, y son humillados por las mujeres; capaces de pasar cualquier ridículo por conseguir lo que quieren (léase "Don Ramón, y media vida sin pagar la renta").
Está la típica machona del grupo, que comparte las giras y las jodas como si fuera un amigo más, y cuando cae una chica linda que le sofoca el ganso a los pibes, se pone como loca (léase "la Chilindrina"). Pero más que la descripción de cada personaje, que cada uno puede hacer en sus casas -inclusive con su grupo de amigos de turno- sepamos que fuimos víctimas de un genio, que nos capturó mezclando secuencias enfermizas y siempre iguales, donde no hay sorpresas, donde ya sabemos lo que va a pasar.
Este tipo de conductas se puede relacionar casi de forma perfecta a las manías cocainómanas, o a las actitudes totalmente dependientes, que a la larga nos terminan convirtiendo en un "Chavo del 8", que anhela una "torta de jamón", que rompe las "cosas", que termina enrollado en conflictos tontos, que lo terminan dejando mal parado, justo en el blanco de las críticas y broncas.
Este Chavo del 8, sufrido, consternado, triste, a la noche se transforma. Vaya uno a saber qué droga consume, pero al tipo lo hace creer fuerte, inteligente, seductor, imbatible. El tipo se convierte en el "Chapulín colorado", un ridículo antihéroe, simpático, que parece que viene a resolver problemas, pero se lleva puesta las cosas, tienen un tonto martillo que no sirve, y toma pastillas para hacerse más chiquito.
Creo que cuando nos olvidamos de ser nosotros mismos, y dejamos que nuestros cerebros estén timoneados por químicos, u otras cosas de ese palo, todos somos un poco el Chavo y un poco el Chapulín. Sin dudas, Chespirito, no contábamos con tu astucia.
